martes, 14 de marzo de 2017

Azotes

Fue después fiel seguidor del caudillo liberal Augusto Durand en cuyas peripecias lo acompañó por lo que vivió a salto de mata, pasando de Prefecto de Huánuco, la tierra del  político rebelde, a deportado en Ecuador. Preso y prófugo en muchas ocasiones.
La abuela paterna, Zenobia Maldonado era una mujer-según cuenta el propio escritor-de expresión implacable que no vacilaba en azotar a sus hijos hasta la sangre cuando se portaban mal. Hacia toda clase de milagros para darles de comer. A ellos,  prácticamente crió y educó sola.
El abuelo  Marcelino culminó su peripecia aventurera al irse a vivir con una india de trenza y pollera, a un  pueblito de los Andes centrales donde terminó su existencia nonagenaria y cargada de hijos. Como Jefe de Estación del Ferrocarril Central.  Eso, definitivamente,  humillaba a Ernesto J. Vargas
Todo ello, además, contrastaba al máximo con la costumbre de los Llosa, familia que se preciaba de sus abolengos españoles, de sus buenas maneras, de su hablar castizo y de sus inclinaciones hacia la cultura.

La madre de Vargas Llosa quedó embarazada a poco de casarse. Un buen día su padre Ernesto, por trabajo, proyectó un viaje a La Paz y le dijo a Dorita, de la manera más natural, que vaya a tener el bebe a Arequipa.  Se despidió como un marido cariñoso de su esposa embarazada de cinco meses.


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